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1988

Jesús Bozal Alfaro

El pasado Viernes Santo[1], después de la procesión, coincidíamos con Carmelo Fernández, en un banco de la iglesia de Fitero, justo detrás del paso del Cristo de la Guía. Aprovechando la coincidencia, le preguntamos si la forma de entrar el paso en la iglesia - deslizándolo por unas rampas -, no sería peligroso. Nos dijo que no, que no había ningún peligro… Nos lo dijo él que lleva 35 años colocándolo en su altar, después de la procesión, y en las andas (carro de ruedas ahora). Nos comentó también que posiblemente el año próximo este paso no saldría a la calle. Y por último, nos habló de una reproducción de madera y a escala, que él mismo había construido basándose en carros agrícolas antiguos.
Entrar en su domicilio y encontrarnos con todos esos carros en pequeño, fue para nosotros, que los habíamos visto en nuestra propia casa, toda una sorpresa. Allí estaban, encima de una amplia balda, las reproducciones en madera de: el carro de acarrear; el volquete; el carro con su cuba; el carro de la siembra; el carro con su toldo; la galera, el arado de labrar con su yunta y una prensa. Todos ellos de unos 10 kilos de peso, sin faltarles un solo detalle de cómo eran en realidad. No es de extrañar por otra parte, puesto que su vida de trabajo la comenzó arreglando carros. Además, el carro con la cuba es la reproducción en pequeño, del carro de su padre, aguador, que bajaba desde el “Terrero” 100 cántaros de agua (1.000 litros) en su cuba para venderla en Fitero.
-¿Por qué esta afición?
- Porque disfruto; porque te olvidas de todo.
Carmelo se pasa horas muertas haciendo esto: después de trabajar, los sábados y domingos… Es su hobby y algo más. Cada una de las piezas citadas le ha llevado una semana de trabajo aproximadamente. Todas son de madera de nogal. También llevan hierro que él mismo ha forjado y aparejos hechos por él o por Manolo Frías Pueyo.
A pesar de su afición por estas cosas artísticas en madera, esta serie del “Carro” la comenzó hace tan solo dos o tres años. Antes había hecho cosas más pequeñas: la carpintería del cine, bajo la dirección de Fausto Palacios; la carpintería de la iglesia; los belenes de navidad que el Ayuntamiento manda instalar en la carretera, etc. Suya es entre otras cosas, la mesa de roble del salón de sesiones del ayuntamiento.



[1] Diario de Navarra, domingo, 10 de abril de 1988.

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CARMELO FERÁNDEZ, DE FITERO[1]
Constructor a pequeña escala de todo tipo de aperos agrícolas

Por Alfonso VERDOY

Ha expuesto en el vestíbulo de la ETI alrededor de 20 carruajes diferentes, y una larga muestra de brabanes, arados, dallas, azadas, etc., además de dos reproducciones exactas de la Carroza del Marqués de San Adrián y de la de Alfonso XII.

Carmelo Fernández Vergara, fiterano, es carpintero a sus 63 años de edad. Antes, cuando la agricultura no estaba tan tecnificada como ahora, era “carrero”, como él mismo dice; esto es, hacía carros y otros aperos agrícolas. Hoy en día, como ya no son necesarios, ejerce de carpintero, aunque en sus ratos libres siga construyendo los mismos instrumentos que antaño, sólo que en una escala reducida, como si fueran objetos decorativos, de mero adorno.
¿Desde cuándo se dedica a construir estos pequeños carruajes?
Desde hace unos cuatro o cinco años.
¿Con qué motivo?
Un amigo me pidió que le hiciera un carro a su chaval. Y ahí empezó todo.
¿No le resultó difícil?
No, porque antes era “carrero”.
¿Qué modelos tiene a la hora de construirlos?
Auténticos carros viejos que todavía quedan.
¿Qué beneficios obtiene con este tipo de actividades?
Económicamente ninguno. Además me cuesta dinero; porque subvenciones para esto no he tenido nunca.
¿Ha expuesto alguna vez?
Sólo en Fitero, mi pueblo, y en Ordicia; ahora, en la ETI de Tudela.
¿Por qué tan pocas exposiciones?
Es que trasladar el material es pesado, y sufre mucho. Además que me gusta tener siempre en la puerta de mi casa, para que la vea el que quiera.
¿Cuánto tiempo le cuesta hacer uno de estos carros?
Veinte días, más o menos, si le dedico el tiempo fuera de las horas de trabajo, y nos diez días si me dedico sólo a esto.
Eso quiere decir que cada día le dedica muchas horas a este hobby suyo, ¿por qué?
Porque es el mayor gozo de mi vida; cuando me entrego a ello estoy con mucha ilusión; y entonces no me acuerdo de la juerga, ni de la comida, ni de nada.

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La Carroza del Marqués de San Adríán.

¿Cómo pudo hacer esta carroza con tanto detalle?
Pues me bajé yo a verla a Tudela; estuve mirándola un rato largo, y le pedí al conserje que me dejase tomar medidas para hacer la reproducción, pero me dijo que estaba prohibido hacerlo y sacar fotografías. Me di cuenta de que las ruedas grandes eran más o menos de mi altura; y con ese dato fui sacando la escala de todo lo demás.
¿Cree que ha quedado bien?
Vino a verme el dueño de la carroza, el descendiente del Marqués, y me ha pedido que le haga otra igual a él.
¿Satisfecho?
Hombre, tuve que bajar a Tudela de turismo, durante varios días, para fijarme bien en la carroza, pero me he quedado satisfecho.
¿Y cómo hizo la carroza de Alfonso XII?
Esa la saqué de una foto de una revista. Además de estas piezas, tiene otras donde brilla más el ingenio, y la tenacidad que lo vistoso; una cadena hecha toda de una pieza, desgastando una madera alargada; un atril móvil y unos palos entrecruzados realizados de la misma manera.
Pero todo esto tiene que airearlo, le digo.
La verdad es que no lo saco de casa. Ahora que viene San Raimundo quiero tener de nuevo todas las piezas para que las puedan ver.
¿Venderá alguna?
No, que no quiero vender nada. Quiero que se quede en mi casa.
¿Le sigue en este oficio alguien de la familia?
No, yo soy viudo, y tengo dos hijas; una casada y otra que se casará enseguida.
¿No les daría algún consejo para estas actividades?
Esto no se puede enseñar. Esto nace de adentro.
¿Y cómo es que a usted no le salió hasta hace poco?
Es que antes tenía mucho que trabajar; ahora, cuando me jubile, espero hacer muchas cosas.

Carmelo Fernández sigue en la brecha, esperando la jubilación para poder hacer sin prisas estos deliciosos modelos, que de útiles se han convertido en delicados juguetes: el carro aguador, el volquete, el de transporte, la galera, etc., permanecen enganchados a un par de torneadas mulas, con todos los arreos imprescindibles. En otra parte de la exposición, el rococó burgués del faetón, el tilburi o las carrozas. Y en todas las partes de esta deliciosa muestra, el espíritu de Carmelo Fernández, enamorado de su profesión. Lo cual es una de las mayores suertes.


[1] La Voz de la Ribera, 2 de marzo de 1991.


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Diario de Navarra, Francisco Romera

Carmelo Fernández Vergara, un carpintero de 72 años a quien en Fitero todo el mundo conoce como El Farruco, ha concluido una reproducción a escala de la plaza de toros de su pueblo que está hecha íntegramente de madera, salvo balconadas y maromas de las barreras, que él mismo realizó con diferentes metales. Fernández se muestra satisfecho de la obra realizada. “En primer lugar soy aficionado a los toros. Además, éste es un coso muy singular y una nota característica de Fitero”, comenta. Esta es la sexta reproducción que culmina El Farruco relacionada con su localidad natal. Por las vitrinas de su casa se encuentran ubicadas fidedignas reproducciones del humilladero, la espadaña del monasterio, la fachada del antiguo ayuntamiento y los dos monumentos que la villa ribera dedicó en su día a San Raimundo.

Más de un mes de trabajo

Carmelo Fernández conoce muy bien todos los recovecos del coso fiterano porque, según confiesa, ha dado “mucha guerra” por toda la plaza.
“Tampoco puedo olvidarme de que por el albero del coso han hecho el paseíllo las máximas figuras de diferentes épocas”, explica. De ahí que una sugerencia que hace algunos meses le hizo su amigo Ignacio Sainz para construirla en miniatura no cayó en saco roto.
Han sido cinco semanas trabajando entre cinco y seis horas diarias. En su opinión, el esfuerzo realizado ha valido la pena, dados los buenos resultados del trabajo.
Ahora sólo le falta mostrar la reproducción a sus vecinos en el escaparate del establecimiento de su sobrina, Mari Nati Andrés. “Siempre me permite exponer mis trabajillos”, matiza Fernández. La plaza de toros de Fitero a escala es un trabajo más de los que colecciona este antiguo carpintero.


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“7 preguntas. Carmelo Fernández, fiterano conocido como el hombre de las carrozas.” Diario de Navarra, 9 de octubre de 1992.

A Carmelo Fernández Vergara, “El Farruco”, muchos le conocen como el hombre de las carrozas. De Fitero, carpintero de profesión, cuenta con 65 años de edad y está a punto de jubilarse. Ha expuesto 28 piezas distintas – carruajes de épocas incluidos – en el balneario de Fitero.

Las exposiciones se van acumulando.
Es verdad. En este momento creo que llevo unas diez y en lugares muy diferentes. Me han llamado de muchos sitios, pero hay que preparar un camión para lleva el material y no compensa, pero si que por diversas razones estoy bastante contento.


Aquí, en los Baños, entran muchos visitantes en la sala, pero ¿cómo le fue en su pueblo?
     
Estupendamente. Esa fue mi mayor alegría: comprobar cómo la gente de Fitero me felicitó. Muchos me animaron a continuar en esta tarea que he asumido voluntariamente.

Cuando se consigue esto, quiere decirse que existía una disposición para trabajar en ellos desde muy joven…
Pues se equivoca. Yo siempre me he dedicado a la carpintería, entre otras causas porque necesitaba vivir de mi trabajo, lo que ocurre es que un día cayó en mis manos una revista de carruajes de época y me llamó la atención. Probé a ver lo que pasaba, de esto hace seis años, y ya puede observar el resultado.

¿Todo está hecho por usted?
Las piezas de forja y cuero sí, pero los aparejos de las caballerías me las hizo un maestro armero de Estella.

¿Están en venta las piezas?
No, le diré por qué. Yo quiero que cuando me muera, todos estos trabajos permanezcan en las estanterías de mi casa, que sean como una especie de legado a mis hijas y nietos, pero que siempre estén en mi domicilio.

No me diga que nadie ha sentido la tentación de llevárselas a su casa…
El heredero del Marqués de San Adrián, cuya carroza puede ver aquí, me sugirió que le construyese una idéntica a la de sus antepasados, pero de esto hace ya algún tiempo y nunca me ha vuelto a decir nada sobre el particular.

¿Cómo ha conseguido los modelos restantes?
Por fotografías. Le contaré que un amigo mío pretendió hacer unas fotos en el museo de Carruajes de Madrid para mí, y para que se lo permitieran, el ayuntamiento de Fitero tuvo que hacer una certificación explicando que con ello no trataba de llevar a cabo actividad lucrativa alguna. De allí saqué las carrozas de Juana la Loca, la de Alfonso XII; o la silla y el trineo que el Zar Nicolás II regaló al monarca español.

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